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LA HELADERA

¿Cuánto se puede conservar un recuerdo?

La Heladera es una interesante comedia negra de creación colectiva que toma como punto de partida un recuerdo.  Un encuentro particular de tres amigos. Una propuesta que da la posibilidad de múltiples interpretaciones.

 

Al entrar a la sala, nos encontramos con un living en primer plano, una cocina más atrás y una heladera que domina la escena. Cajas de cartón, bolsas, todo algo desordenado, intuimos una mudanza. Entra Francisco, recorre el lugar con una mirada perdida, desolada; mientras embala algunos objetos, selecciona otros y tira el resto. Una atmósfera melancólica inunda la escena, él se muestra contrariado y sólo algunos pocos elementos perecen tener importancia. Aparece un amigo y comienza a reordenar el departamento. A partir de este momento se produce una ruptura temporal. Este desanda el camino que inició el protagonista y vuelve cada cosa a su lugar inicial hasta que intenta un juego para adivinar canciones de la década del ’80. Es un encuentro extraño, Fran pareciera no registrar su presencia, la incerteza se va instalando cada vez más en la escena. Algo lo hace entrar en el juego. Llega otro amigo y todo toma un rumbo bastante particular para una noche de navidad. Rememorando sus épocas de adolescentes deciden llamar a una prostituta y así realizar un festejo diferente para esa noche. En la espera van surgiendo recuerdos sobre la existencia de Papá Noel y sus regalos, sobre sus festejos familiares y de sus vidas. La llegada de la mujer, a la que nunca veremos, producirá reacciones bastante contradictorias entre los tres amigos. Estas los enfrentarán a tal punto de generar un incidente que terminará por descolocar a los personajes y sobre todo a los espectadores. Todo es muy ambiguo y aumenta la extrañeza de lo que se ve, así se va evidenciando que nada ni nadie es lo que parece ser.

Múltiples conjeturas dominan esta historia de Piñol, Suarez y Valgiusti. Propone una dramaturgia abierta a diferentes interpretaciones. Girando todo en torno a un recuerdo. Esas imágenes del pasado que se archivan en la memoria. Que nos sirven para traer al presente algo o alguien. La propuesta es muy interesante a pesar de ciertos altibajos en la estructura. Quizás el exceso de suposiciones deja al espectador  varado en ambigüedades. Pero por otro lado permite la posibilidad que cada uno arme su propia historia. Resultan sugestivos los aportes que generan los recursos oníricos, los procedimientos tales como la repetición de una misma frase en diferentes personajes y la proyección de uno sobre el otro. Es interesante el planteo que hacen sobre la posibilidad de materializar en escena un recuerdo con todo lo que ello implica: que parte fue verdadera y que otra rearmamos desde el presente.El nivel actoral es bueno y parejo, convencen con sus trabajos, resuelven con solvencia todas las situaciones. Desde la dirección Martín Piñol supo aprovechar la intensidad y dosificar el ritmo. La heladera donde a veces un instante dura más de lo que pensamos o en este caso de lo que vemos.

Gastón Olivera